Parece mentira pero hace ya más de un mes (o dos...) que escribí el último post...con la ganas que tengo de contar todas las "salsas" en las que estamos metidos.
Bien, si mal no recuerdo la última vez empecé a escribir algo referente a los canales cortos de comercialización, de la necesidad de que los productores agroalimentarios encontraran el cauce que les acercara al consumidor final. Últimamente hemos estado trabajando intensamente en la identificación de experiencias que faciliten el tránsito de los productos desde su ámbito natural, hasta la mesa...sin que la cadena de intermediarios encarezcan el producto y presionen los precios en origen, evidentemente. Sin embargo, hay algo que todas las partes implicadas deben entender; por un lado, no es de recibo que al agricultor o pescador se le compre el producto por 20 céntimos el kilo, y se venda en la gran superficie o el restaurante de enfrente por 3 euros. Evidentemente en esas transacciones los intermediarios y vendedores finales ganan demasiado dinero (y me da igual quién es el que más gana, el del transporte, el del restaurante, el comisionista...). Pero cierto es también, que si intentamos establecer un sistema de canales cortos de producción-comercialización (esto es, que el productor vende directamente al cliente final), el productor no puede pretender vender al mismo precio que en el Eroski o Carrefour de turno!
¿Dónde está el secreto? Por un lado en la asimilación por parte de los productores de que sus productos, a pesar de ser excelentes, maravillosos y todo lo que quieran, deben venderse ALGO MÁS BARATOS que los de las tiendas o supermercados convencionales. Lo que no puede ser es que pretendan vender al mismo precio sin ningún tipo de infraestructura.
Y por otro lado, está clara la necesidad de recuperar la cultura de lo local, de la alimentación sana, de saber diferenciar lo que nos llevamos a la boca. La gente más joven no es capaz en muchos casos de apreciar la diferencia entre un pollo de supermercado y uno de caserío. Simplemente les da igual...y ese placer, educación y cultura de los alimentos es lo que hay que reforzar desde los primeros años de nuestros jóvenes y niños. Si ellos no aprecian lo local, lo sano, la alimentación equilibrada, todo lo demás está de sobra. Terminaremos comiendo frutas y verduras de plástico comprados en limpísimos supermercados.
Por no terminar de una manera tan poco optimista, os adjunto una foto de una experiencia cuando menos curiosa. Se trata del comedor del World Bank en Washington. Estuvimos allí el julio pasado, pero no pudimos quedarnos a comer, por lo que hace un par de semanas me quité la espinita...Como sabréis, el Banco Mundial aglutina representantes de todos los países del mundo en sus oficinas...y claro, qué menú ponen en su comedor? Hamburguesas? Cocido madrileño? Tiramisú? Pues bien, se come un poco de todo... puedes elegir entre comida asiática, africana, mediterránea, vegetariana, sin cerdo,... es un comedor diseñado para dar respuesta a las necesidades culinarias de todas las culturas gastronómicas del mundo!! Y puedo asegurar con conocimiento de causa, que además de muy barato (unos 7 euros al cambio), la comida es buena (al menos para comer de vez en cuando...).
Zorional eta Urte Berri On