Más de 1 año sin escribir....y ¿por qué?...y ¿por qué no?...
Reconozco estar en plena crisis existencial gastronómica. Siempre he sido un apasionado de la nueva cocina, la innovación aplicada a producto, las nuevas tecnologías para modificar los alimentos, la sorpresa en las presentaciones, incluso el "juego" o un poco de "magia" con los humos, los petas-zetas, "trampantojos" o el uso de luces, aromas o juegos sensoriales.
Sin embargo, hace ya más de un año que empecé a sentir que me estaba aburriendo. Era algo que ya venía barruntando hacía tiempo, pero que tal vez no me atrevía a plantearlo seriamente. ¿De verdad todos los restaurantes de alta cocina eran iguales? ¿De verdad ninguno me sorprendía? ¿Cómo podía ser que estuviera en un restaurante con estrellas Michelín y no fuera capaz de diferenciar si estaba en España, Bélgica, Singapur o USA? Por supuesto que no todos los restaurantes son iguales, pero existe una tremenda uniformidad en la presentación de los platos, los espacios, servicios, postres (¿para cuando postres sin chocolate o sin dulzor?), incluso en las técnicas (espumas, esferificaciones, humos de todos tipos...) o las composiciones de los platos o menús (ya casi nadie tiene carta, prácticamente todos tienen algún plato con helado de alguna fruta exótica y por supuesto petit fours...).
Y casi sin darme cuenta, durante el último año he ido dejando (aunque no del todo) mi sana costumbre de visitar todos los restaurantes de postín que se me pusieran por delante...para centrarme en lo que me producía más satisfacción gastronómica, como asadores de carne y pescado o restaurantes basados en producto.
Lo que no he perdido es mi adoración por la gastronomía japonesa, a mi entender la más completa del mundo, y con la que he disfrutado en SAITAMA el pasado mes de mayo.
Además organizamos un encuentro entre productores y restauradores de SAITAMA con cocineros, estudiantes y distribuidores de alimentación vascos en el Basque Culinary Center...
Lo cierto es que la cocina oriental es una ventana de aire fresco...y la cocina china, la de verdad, la que pude degustar entre Hong Kong y Cantón, volvió a sorprenderme gratamente.
Al mismo tiempo he sentido una pequeña decepción en el llamado templo del buey, el restaurante El Capricho, que sin estar mal, tampoco me pareció espectacular.
En el verano malagueño descubrí un nuevo lugar para disfrutar del tiempo y del espacio. La comida es simplemente correcta, pero la espectacularidad la tiene el espacio. Se llama Trocadero Benalmádena, y es el último restaurante que han abierto en esta franquicia que tiene su base en Marbella. Terraza impresionante en madera sobre el mar, y música en directo en un espacio independiente sobre la terraza del restaurante. No es barato, pero me encanta.
Y por último, sólo unas palabras para mostrar mi incredulidad con los precios y tapas de la ciudad de León. Increíble. Por 1 € un corto o zurrido de cerveza y unas tapas de dimensiones estratosféricas!! (Sí, la tapa que acompaña a 1 cerveza son 1 tortilla de patata y 1 croqueta!!).
Pues todo eso...que sigo en crisis existencial gastronómica, pero sin embargo el vino cada día me gusta más. Acabo de conseguir un par de cajas de "El Canto de la Alondra" 2016 y 2018 tras hablar con su dueña, Silvia, una mujer encantadora que ha logrado el vino que más me ha sorprendido en los últimos tiempos...y esto sí que me ilusiona.